jueves, 2 de abril de 2015

MAPAS ESPIRITUALES



Según viejas tradiciones judaicas, cuando la comunidad no iba bien se realizaban reuniones especiales en que, por sortilegios religiosos, sus pecados eran pasados para una cabra. Se sacrificaba el animal, en seguida, y su sangre depuraba a los fieles. De ahí la expresión corriente, cabra expiatoria, cuando se pretende imputar a alguien la culpa de otro.
Siguiendo esa misma línea de raciocinio, los teólogos medievales entendieron que Jesús fue el cordero (eufemismo que sustituye la expresión original) de Dios que vino a expiar con su sangre la macula del pecado original, supuestamente cometido por supuesta pareja, Adán y Eva, en supuesto paraíso.
Tal vez uno de los prodigios realizados por el Cristianismo haya sido hacer de ideas fantasiosas, como la existencia de Adán y Eva, el pecado original, y la redención con la sangre de Jesús, la creencia de una considerable parcela de la Humanidad.
Desde Darwin se sabe que el ser humano es la culminación de un proceso evolutivo que comenzó con organismos unicelulares, hasta alcanzar la complejidad necesaria para surgir la inteligencia en la Tierra. Adán y Eva constituyen figuras simbólicas, que podrían impresionar a los fieles del pasado, pero no atienden a las necesidades del presente, cuando antes de creer debemos considerar de comprender, bajo la criba de la razón. Para quien admite la existencia de Adán y Eva, queda la pregunta: ¿Qué crimen innominable habría cometido, capaz de derramarse para siempre en culpa sobre toda la raza humana?
La malicia popular habla de la manzana simbolizando el sexo. El pecado de ejercitar el sexo en el paraíso. Basta leer el texto bíblico, en Génesis, para saber que no fue nada de eso.
El crimen ni fue transgresión criminal, y mucho menos fue pasible de prisión. Jehová no quería que comiesen el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ellos comieron. ¿Pero cómo podrían haber incurrido en desobediencia antes de saborearlo, y, por tanto sin tener noción de lo que es desobediencia? ¿Y por qué habría toda la descendencia humana pagar por eso, en una flagrante injusticia, ya que, atendiendo a el más elemental principio de derecho, los hijos no pueden pagar por los crímenes de los padres?
Darwin echó por tierra las teorías teológicas del pecado original, de la existencia de Adán y Eva y de la expiación de los pecados humanos por la sangre derramada por Jesús. La Doctrina Espirita, antes de Darwin, en ningún momento pretende desmerecer el trabajo de Jesús, ni deja de reconocer sus méritos y su grandeza espiritual. Eso está bien patente en la pregunta 625 de El libro de los Espíritus, cuando el mentor espiritual proclama que Jesús es la mayor figura de la Humanidad. Reconociendo eso, Kardec habla de Jesús en todas sus obras y se dio al trabajo de escribir El Evangelio según el Espiritismo para exaltar la importancia de los principios morales enunciados por el Maestro Nazareno.
La concepción espirita sobre Jesús se distingue de las demás religiones evangélicas, en algunos puntos. Jesús no es el hijo de Dios encarnado. Es un hermano nuestro, Espíritu ya puro y perfecto cuando la Tierra surgió, hace cuatro mil quinientos millones de años. Y no vino a lavar con su sangre supuestos pecados, injustamente heredados por la Humanidad. Fue el profesor que vino a enseñar las reglas para comportarnos como hijos de Dios, superando limitaciones y habilitándonos a caminar más deprisa, rumbo a nuestra gloriosa destinación.
Aunque pueda parecer una herejía, podemos proclamar, a la luz de la Doctrina Espirita: aunque Jesús no viniese, continuaríamos evolucionando. Somos seres perfectibles, destinados a la perfección. Allá llegaremos, inexorablemente, más tarde o más temprano, dado que es la voluntad de Dios, que no falla jamás en sus objetivos. Jesús vino a acelerar la marcha, mostrándonos como andar de forma más rápida y segura. Es como si caminásemos a la búsqueda de una ciudad distante, sin un mapa, sin noción de la dirección. Demandaría mese de viaje. Con un mapa llegaríamos bien deprisa. Jesús trajo ese mapa, enunciando principios que rigen nuestra evolución moral para que, cumpliéndolos, nos ajustemos más rápidamente al orden universal, aligerando el paso, rumbo a la perfección.
¿Cuál es el papel de la Doctrina Espirita en esta historia? Diríamos que Jesús nos dio “el mapa del corazón”. El Espiritismo nos ofrece el “mapa de la razón”. Jesús hablaba a una Humanidad adolescente, incapaz de grandes vuelos del raciocinio. El Espiritismo habla a una Humanidad madura, intelectualmente, para comprender la extensión de sus responsabilidades, con la certeza de una vida que no acaba nunca, de la cual nunca falta la justicia de Dios. Fácil percibir la conjugación de principios que se completan, dirigidos al sentimiento y a la razón, en variados contextos:
- Perdón.
Jesús recomendaba que perdonemos no siete veces, sino setenta veces siete, perdón incondicional, para que seamos hijos de nuestro Padre que está en los Cielos. El Espiritismo demuestra ser indispensable que perdonemos, ya que todo sentimiento de odio, rencor, disgusto, resentimiento desajusta nuestro psiquismo, situándonos a merced de las sombras.
- Culto
Jesús nos convidaba a la comunión con Dios en términos de absoluta simplicidad. En el célebre encuentro con la mujer samaritana explicó que el culto a Dios debe ser sin formalismos ni exterioridades. El Espiritismo explica que toda intermediación, en el empeño de nuestra comunión con el sagrado, a través de ritos y rezos, oficios y oficiantes, desvitaliza la emoción y dificulta ese contacto.
- Enfermedad
Jesús dispensaba a los beneficiarios de sus curas diciéndoles que no pecasen más para que no les sucediese algo peor. El Espiritismo enseña que todo mal practicado en pensamientos, palabras o acciones es una agresión que hacemos a nosotros mismos, capacitándonos a penosos padecimientos para la rectificación.
- Convivencia
Jesús nos convida a hacer al semejante todo el bien que deseamos recibir. El Espiritismo informa ser indispensable practicar la caridad, ya que esa es la formula fundamental para liberarnos del egoísmo, el sentimiento generador de todos los males humanos.
Jesús convida al Bien. El Espiritismo nos exhorta a que seamos buenos.
Por eso, si Jesús trajo la revelación del Amor, el Espiritismo nos trae la revelación del Deber, llamados que somos a la vivencia de los principios cristianos, no por mero ideal o sueño, sino porque ahora sabemos que así debe ser hecho y el conocimiento de la verdad implica el compromiso con ella.
Richard Simonetti
Revista "Reformador"
Traducido por Jacob

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